¿Se vale una pregunta?
Me encontré el pasado jueves con amigos que, muy entusiastas, quieren impulsar que exista una fecha de Fórmula Uno en México. Y me dicen: “Que venga, aunque no sea pronto… pero si se puede posponer para ahorita, mejor”. ¿Estamos todos así de apuntados?
Ayer fui invitado al Salón Internacional del Automóvil de Guadalajara, donde por varios compromisos no pude quedarme (lo malo de ser pobre) a una charla con dos fi gurones del automovilismo tapatío como Tomás López Rocha y Antonio Garibay, para aportar al tema de ‘Fórmula Uno en México’.
Y en ese tenor se encuentra una buena parte del mundo del automovilismo mexicano, sobre todo tras dos acontecimientos que han desatado histerias colectivas paralelas: el Road Show de Sergio Pérez en Guadalajara, donde se apuntó el nombre de Jalisco en primer lugar, y la visita de Charlie Whiting al Autódromo Hermanos Rodríguez para inspeccionar y evaluar la pista.
En este momento gozamos de una época dorada, pues la juventud y el talento de nuestros dos pilotos en F1 pueden garantizar que habrá permanencia y calidad por un tiempo que, incluso, podría resultar muy satisfactorio. Larga vida a los jóvenes…
También me he encontrado que obstáculos para la F1, los hay y fuertes. Hace algunos días me llegó el programa ‘Enciclopedia del Deporte’ de MVS, donde fue tratado, y muy bien, el tema de la vuelta de México a la F1.
Hubo varias entrevistas, pero la que me impactó fue la de José Abed, vicepresidente de FIA y el hombre fuerte de la organización de la etapa de los GP en los años 80 y 90. El ingeniero Abed detalló la incomprensible forma en que, desde el sillón del entonces regente del DF, se decidió estrangular a la F1.
Fue Manuel Camacho Solís, según cuenta el señor Abed, quien aseveró que la ciudad se estaba contaminando con los autos que competían en los GP’s, y frente a la exposición de los organizadores y gente de FIA acerca de la nobleza de la preparación de aquellas máquinas y los combustibles que utilizan, la ignorancia le dio apenas al señor Camacho para reírse, darse la vuelta y ocultarse en el denso bosque de sus ayudantes.
Los medios, contrarios a quienes transmitíamos en esa época la F1, desataron una campaña voraz con el mismo ángulo: “¡Se incrementaron los índices de contaminación!”, y tan sólo por los 22 autos que corrían en ese entonces viernes, sábado y domingo en la Magdalena Mixhuca.
¿Los otros tres millones y las fábricas...? ¡Bah! A mucha gente le molesta que, de entrada, existan personas como yo que levanten la mano y pidan un proyecto de F1 en México, que sea serio, a largo plazo, que no le cargue la mano a una sola compañía o grupo de inversionistas y, sobre todo, que dependa lo menos posible de los vaivenes de la política.
Ya vieron por qué pregunto: ¿estamos todos igual de apuntados?
Me encontré el pasado jueves con amigos que, muy entusiastas, quieren impulsar que exista una fecha de Fórmula Uno en México. Y me dicen: “Que venga, aunque no sea pronto… pero si se puede posponer para ahorita, mejor”. ¿Estamos todos así de apuntados?
Ayer fui invitado al Salón Internacional del Automóvil de Guadalajara, donde por varios compromisos no pude quedarme (lo malo de ser pobre) a una charla con dos fi gurones del automovilismo tapatío como Tomás López Rocha y Antonio Garibay, para aportar al tema de ‘Fórmula Uno en México’.
Y en ese tenor se encuentra una buena parte del mundo del automovilismo mexicano, sobre todo tras dos acontecimientos que han desatado histerias colectivas paralelas: el Road Show de Sergio Pérez en Guadalajara, donde se apuntó el nombre de Jalisco en primer lugar, y la visita de Charlie Whiting al Autódromo Hermanos Rodríguez para inspeccionar y evaluar la pista.
En este momento gozamos de una época dorada, pues la juventud y el talento de nuestros dos pilotos en F1 pueden garantizar que habrá permanencia y calidad por un tiempo que, incluso, podría resultar muy satisfactorio. Larga vida a los jóvenes…
También me he encontrado que obstáculos para la F1, los hay y fuertes. Hace algunos días me llegó el programa ‘Enciclopedia del Deporte’ de MVS, donde fue tratado, y muy bien, el tema de la vuelta de México a la F1.
Hubo varias entrevistas, pero la que me impactó fue la de José Abed, vicepresidente de FIA y el hombre fuerte de la organización de la etapa de los GP en los años 80 y 90. El ingeniero Abed detalló la incomprensible forma en que, desde el sillón del entonces regente del DF, se decidió estrangular a la F1.
Fue Manuel Camacho Solís, según cuenta el señor Abed, quien aseveró que la ciudad se estaba contaminando con los autos que competían en los GP’s, y frente a la exposición de los organizadores y gente de FIA acerca de la nobleza de la preparación de aquellas máquinas y los combustibles que utilizan, la ignorancia le dio apenas al señor Camacho para reírse, darse la vuelta y ocultarse en el denso bosque de sus ayudantes.
Los medios, contrarios a quienes transmitíamos en esa época la F1, desataron una campaña voraz con el mismo ángulo: “¡Se incrementaron los índices de contaminación!”, y tan sólo por los 22 autos que corrían en ese entonces viernes, sábado y domingo en la Magdalena Mixhuca.
¿Los otros tres millones y las fábricas...? ¡Bah! A mucha gente le molesta que, de entrada, existan personas como yo que levanten la mano y pidan un proyecto de F1 en México, que sea serio, a largo plazo, que no le cargue la mano a una sola compañía o grupo de inversionistas y, sobre todo, que dependa lo menos posible de los vaivenes de la política.
Ya vieron por qué pregunto: ¿estamos todos igual de apuntados?
políticos como siempre¡¡
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